La aguja
del reloj se mueve, sonora, marcando el ritmo de la pequeña habitación. Es mi
secreto. Algo me dice que si lo cuento o lo comparto con alguien la magia
desaparecerá.
Entro al cuarto,
como todas las noches. Allí hay una biblioteca, un escritorio y una silla, todo
de madera muy oscura y pesada. Entonces elijo un libro, lo abro en alguna
página al azar y aparece, en frente de mí, una imagen que me muestra, como si
fuera una película, la narración de esa parte del libro.
Las imágenes
tienen movimiento, pero sus figuras se parecen a las delineadas en alguna obra
de un artista plástico.
Yo soy la
agasajada, esta proyección es sólo para mí. Los libros me aman.
Así elijo un texto todas las
noches durante un par de horas, hasta que el reloj se detiene, las imágenes
vuelven al libro y yo lo cierro, lo guardo y salgo de la biblioteca, esperando
ansiosa por el próximo tic tac.
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