En el principio, el verbo, el sonido, la vibración. Jorge
Adoum decía que “se podía imaginar al sistema planetario como una gigantesca
cítara, donde cada planeta emite una nota correspondiente al sector que ocupa
en la longitud de su cuerda; de esta manera podemos imaginar lo que Pitágoras
denominó Música de las Esferas”.
Las buenas palabras abren puertas poderosas, como lo dice un
viejo refrán sefaradí. Lo hacen los mantrams en la meditación.
Trabajamos con afirmaciones, que unidas a la emoción, se
plasman en una realidad buscada. Se trabaja en este tiempo, el hemisferio derecho del cerebro vive todo en
presente.
Cada letra del abecedario hace vibrar a nuestro cuerpo de
manera diferente. Pruebe.
Cuenta la leyenda que hubo una vez una palabra muy poderosa
conocida por los magos. Se trataba de una con siete vocales. Hoy es una palabra
perdida, que no se puede pronunciar pero quien la encuentre conocerá el nombre
de Dios.
La vuelta
Mágica onda despliega
variadas tonalidades y yo,
cual instrumento,
vibro en altos, medios y bajos.
Las vueltas de las vidas,
espiraladas,
ruedan a través de algunas
máscaras,
símbolos que son señales.
Debe haber alguna razón
en este bucle que no comprendo.
Los eventos se han desencadenado,
desde el fango, flor de loto echó
raíces.
Un silencio tal vez aclare,
una mirada al sol amanecido
para conectarme con la esencia
que, seguro, sabe.
La buena palabra también sana. Palabras luz.
La contemplación de la belleza nos acerca a este tipo de
palabras. Lo intrínsecamente bello nos aleja de lo burdo, nos infiltra
lentamente en lo sutil. La belleza no es moda, es un estado del alma.
La repetición de un mantram centra. Es un viaje al origen. La
repetición en la educación nos forma.
Las serpientes se dominan a través de un silbido o de una
música. Otra vez la vibración.
Cada sonido se expresa por un símbolo. Debe haber una
correlación.
Algunas investigaciones de origen ruso hoy nos dicen que hasta
el ADN se puede reprogramar por medio de la palabra o de las vibraciones sin
reemplazar los genes individuales.
En el documental “Mensajes en el agua” (investigaciones del Dr. Masaru Emoto) se puede observar que palabras de frecuencias elevadas, como por ejemplo AMOR, dan forma a figuras hermosas cristalizadas con el agua. Y los seres
humanos tenemos un alto porcentaje de agua en nuestro cuerpo. Recibimos las
mismas influencias, para bien o para mal.
LA PALABRA Y LA MAGIA
Antonio era escritor. Le encantaba hacer una previa antes de
ponerse a escribir tomando un Fernet con Coca Cola, mirar por la ventana la
puesta del sol y caminar por su departamento en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires pensando en como comenzar sus textos.
Un día, antes de llegar del trabajo de oficinista a su casa,
pasó por una librería y revolviendo libros usados encontró uno que se llamaba
“La palabra y la magia”, del mago Jefa. Le llamó mucho la atención ese título y
lo compró por muy poco dinero. Llegó a su casa y en vez de hacer su ritual
comenzó a leer el libro.
Este texto hablaba sobre las frecuencias de las letras, la
simbología de ciertas palabras, le adjudicaba a cada letra un color, una nota
musical, un planeta y varias interpretaciones sobre como la vibración de cada
una podía influir en el cuerpo humano.
Fue en ese instante en donde tuvo una gran idea: encontrar la
forma de escribir unificando frecuencias para obtener un resultado específico
en el lector. Claro, no tenía la menor
idea de cómo, ya que “La palabra y la magia” estaba más orientada hacia la
salud y el esoterismo que al objetivo de Antonio.
Lo primero que se le ocurrió es agarrar su vieja guitarra y
tocar las notas y con sus labios entonar las letras para ver que le pasaba. Se
asustó y se asombró cuando se dio cuenta de que su cuerpo vibraba más fuerte de
lo que él estaba acostumbrado a percibir. Allí creyó fervientemente de que algo
de todo esto era muy cierto y no descansaría hasta lograr trabajar con esas
frecuencias.
Ahora bien: ¿Cuál era
la finalidad de Antonio con todo esto? La de cualquier escritor sin renombre:
que lo leyeran hasta el hartazgo. Crear una necesidad en el lector que vaya más
allá de un buen argumento o de un texto correctamente escrito. Él consideraba
que eso ya lo tenía pero que nunca había podido acceder a la oportunidad. Con
sus 45 años no había podido publicar nada importante.
Pidió vacaciones en su empleo y prácticamente se encerró (solo
salía para sus compras diarias de comida y bebida) un mes a explorar esta veta
que sería el futuro de todos los que lograran descubrir los códigos.
Primero trabajó con algo más conocido como es el ritmo en un
cuento para luego mezclar palabras no tan convencionales pero que según él
vibraban alto y producían una excitación a la que el lector no podía
resistirse.
Una vez que logró tener una cierta cantidad de material para
presentar en un concurso internacional de literatura, hizo el envío y volvió a
su trabajo, muy cansado, quedando a la espera del resultado.
Fue así como luego de tres meses recibió la noticia de que
había sido galardonado con el primer premio del Certamen de Cuentos
Iberoamericano con un gran premio en dinero y la posibilidad de editar un libro
con otro tipo de textos que tuviera. Tuvo que ponerse a trabajar muy duro ya
que su material anterior no tenía la fórmula, así que por las noches
prácticamente no dormía.
Comenzaron a llamarlo de otras editoriales y, como su ambición
no tenía límite, a todo decía que sí. Era su revancha. Tomaba pastillas para
mantenerse despierto y su vida, más que alegre, se había convertido en un
infierno.
También se había vuelto un poco paranoico y, para que nadie
supiera de dónde había sacado la idea, quemó el librito que tanta fama le había
regalado con la sugerencia de la gran inventiva.
Y he aquí cuando algo sorprendente sucedió: todos los textos
del mundo se borraron y también la fórmula de su cabeza.
Nadie lo recordaba como escritor, solamente Antonio sabía de
lo sucedido y para no ser tomado por loco, vivió con el secreto de sus famosos
cuentos hasta el fin de sus días, sin poder volver a rearmar lo hecho, aunque
lo intentó varias veces, sólo, en su departamento.