jueves, 23 de mayo de 2013

ABRACADABRA I... o el poder de la palabra



     En el principio, el verbo, el sonido, la vibración. Jorge Adoum decía que “se podía imaginar al sistema planetario como una gigantesca cítara, donde cada planeta emite una nota correspondiente al sector que ocupa en la longitud de su cuerda; de esta manera podemos imaginar lo que Pitágoras denominó Música de las Esferas”.
     Las buenas palabras abren puertas poderosas, como lo dice un viejo refrán sefaradí. Lo hacen los mantrams en la meditación.
     Trabajamos con afirmaciones, que unidas a la emoción, se plasman en una realidad buscada.   Se trabaja en este tiempo, el hemisferio derecho del cerebro vive todo en presente.
     Cada letra del abecedario hace vibrar a nuestro cuerpo de manera diferente. Pruebe.
    Cuenta la leyenda que hubo una vez una palabra muy poderosa conocida por los magos. Se trataba de una con siete vocales. Hoy es una palabra perdida, que no se puede pronunciar pero quien la encuentre conocerá el nombre de Dios.


La vuelta

Mágica onda despliega
variadas tonalidades y yo,
cual instrumento,
vibro en altos, medios y bajos.

Las vueltas de las vidas,
espiraladas,
ruedan a través de algunas máscaras,
símbolos que son señales.

Debe haber alguna razón
en este bucle que no comprendo.
Los eventos se han desencadenado,
desde el fango, flor de loto echó raíces.

Un silencio tal vez aclare,
una mirada al sol amanecido
para conectarme con la esencia
que, seguro, sabe.

                                                                


     La buena palabra también sana. Palabras luz.
     La contemplación de la belleza nos acerca a este tipo de palabras. Lo intrínsecamente bello nos aleja de lo burdo, nos infiltra lentamente en lo sutil. La belleza no es moda, es un estado del alma.
     La repetición de un mantram centra. Es un viaje al origen. La repetición en la educación nos forma. 
     Las serpientes se dominan a través de un silbido o de una música. Otra vez la vibración.
     Cada sonido se expresa por un símbolo. Debe haber una correlación.
     Algunas investigaciones de origen ruso hoy nos dicen que hasta el ADN se puede reprogramar por medio de la palabra o de las vibraciones sin reemplazar los genes individuales.
     En el documental “Mensajes en el agua” (investigaciones del Dr. Masaru Emoto) se puede observar  que palabras de frecuencias elevadas, como por ejemplo AMOR, dan forma a figuras hermosas cristalizadas con el agua. Y los seres humanos tenemos un alto porcentaje de agua en nuestro cuerpo. Recibimos las mismas influencias, para bien o para mal.

  
 LA PALABRA Y LA MAGIA



    Antonio era escritor. Le encantaba hacer una previa antes de ponerse a escribir tomando un Fernet con Coca Cola, mirar por la ventana la puesta del sol y caminar por su departamento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pensando en como comenzar sus textos.
     Un día, antes de llegar del trabajo de oficinista a su casa, pasó por una librería y revolviendo libros usados encontró uno que se llamaba “La palabra y la magia”, del mago Jefa. Le llamó mucho la atención ese título y lo compró por muy poco dinero. Llegó a su casa y en vez de hacer su ritual comenzó a leer el libro.
     Este texto hablaba sobre las frecuencias de las letras, la simbología de ciertas palabras, le adjudicaba a cada letra un color, una nota musical, un planeta y varias interpretaciones sobre como la vibración de cada una podía influir en el cuerpo humano.
     Fue en ese instante en donde tuvo una gran idea: encontrar la forma de escribir unificando frecuencias para obtener un resultado específico en el lector.  Claro, no tenía la menor idea de cómo, ya que “La palabra y la magia” estaba más orientada hacia la salud y el esoterismo que al objetivo de Antonio.
     Lo primero que se le ocurrió es agarrar su vieja guitarra y tocar las notas y con sus labios entonar las letras para ver que le pasaba. Se asustó y se asombró cuando se dio cuenta de que su cuerpo vibraba más fuerte de lo que él estaba acostumbrado a percibir. Allí creyó fervientemente de que algo de todo esto era muy cierto y no descansaría hasta lograr trabajar con esas frecuencias.
     Ahora bien: ¿Cuál era la finalidad de Antonio con todo esto? La de cualquier escritor sin renombre: que lo leyeran hasta el hartazgo. Crear una necesidad en el lector que vaya más allá de un buen argumento o de un texto correctamente escrito. Él consideraba que eso ya lo tenía pero que nunca había podido acceder a la oportunidad. Con sus 45 años no había podido publicar nada importante.
     Pidió vacaciones en su empleo y prácticamente se encerró (solo salía para sus compras diarias de comida y bebida) un mes a explorar esta veta que sería el futuro de todos los que lograran descubrir los códigos.
     Primero trabajó con algo más conocido como es el ritmo en un cuento para luego mezclar palabras no tan convencionales pero que según él vibraban alto y producían una excitación a la que el lector no podía resistirse.
     Una vez que logró tener una cierta cantidad de material para presentar en un concurso internacional de literatura, hizo el envío y volvió a su trabajo, muy cansado, quedando a la espera del resultado.
     Fue así como luego de tres meses recibió la noticia de que había sido galardonado con el primer premio del Certamen de Cuentos Iberoamericano con un gran premio en dinero y la posibilidad de editar un libro con otro tipo de textos que tuviera. Tuvo que ponerse a trabajar muy duro ya que su material anterior no tenía la fórmula, así que por las noches prácticamente no dormía.
     Comenzaron a llamarlo de otras editoriales y, como su ambición no tenía límite, a todo decía que sí. Era su revancha. Tomaba pastillas para mantenerse despierto y su vida, más que alegre, se había convertido en un infierno.
     También se había vuelto un poco paranoico y, para que nadie supiera de dónde había sacado la idea, quemó el librito que tanta fama le había regalado con la sugerencia de la gran inventiva.
     Y he aquí cuando algo sorprendente sucedió: todos los textos del mundo se borraron y también la fórmula de su cabeza.
     Nadie lo recordaba como escritor, solamente Antonio sabía de lo sucedido y para no ser tomado por loco, vivió con el secreto de sus famosos cuentos hasta el fin de sus días, sin poder volver a rearmar lo hecho, aunque lo intentó varias veces, sólo, en su departamento.
                                                                               

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