La instructora
en autoconocimiento, Ani Bel, me enseñó que “las letras no son productos
caprichosos. Nacieron como símbolos necesarios para representar estados del
alma a través de las formas físicas, por eso, están tan fuertemente impregnadas
de espíritu y de las ideas que le dieron origen”.
El papel desnudo que me asusta
y me propone un desafío.
Muro que me llama a escalarlo.
Teóricos que se llenan la boca
de técnicas y métodos
para saltar la barrera.
La luz es tan intensa
que quiero llenar de tinta la
hoja
para lograr
el equilibrio de las
energías.
Me tumbo ante su poder,
agradezco, elaboro (o no)
y me lanzo a delinear el paisaje
de la sensación y redescubro
los arquetipos de la producción
literaria.
Mil dioses perdidos acuden
a mi llamado y, en su
técnica – método,
me dictan eso que a mí
nunca se me hubiera ocurrido.
Cosa de mandinga.
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